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La mision de Tigresa, commission in spanish

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seseta's avatar
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El templo de los tres cerezos era sin lugar a dudas uno de los parajes más hermosos de todo el norte de China. Sus paredes eran de vivos colores y tres columnas en forma de cerezos cubrían su Este, Oeste y Sur. A su alrededor había frondosos bosques y jardines con flores traídas de todos los rincones del mundo. La tierra era fértil y todas podían crecer ahí. La belleza del lugar era famosa en todos los reinos y había sido Kin-Jan, la pantera naranja, la que había decidido construir su templo ahí, para disfrutar de las vistas y los olores del paraje. Aún se conservaba la larga lanza que usó la gran maestra de kun fu y mes tras mes, un voluntario maestro de las artes del combate era encargado de guardar el lugar y el arma de Kin-Jan. Este era un gran honor que Tigresa había aceptado sin dudar.

La felina estaba ahora meditando en el jardín, rodeada de tulipanes y rosas. La gata de pelo naranja y rayas negras dejó que su mente vagara por el infinito mientras sus largas piernas permanecían cruzadas. Podía sentir la humedad debajo de ella, mojando sus pantalones negros, pero no le importaba. Tener el trasero mojado era la menor de las inconveniencias para la maestra de kung fu.

Aunque habilidosa, dura y valiente, Tigresa parecía sufrir una extraña maldición que afectaba a toda ropa interior que se pusiera bajo sus pantalones. Solo de pensarlo, la cola rayada de la felina empezó a moverse con intranquilidad mientras la calma empezaba a desvanecerse del rostro de la maestra. ¡No, no iba a pensar en esas cosas, no ahora! Tenía un deber que cumplir, el maestro Shifu le había confiado a ella y solo a ella, la defensa de la lanza y nada en absoluto le haría olvidarse de su deber.

“Ni siquiera los calzones chinos” murmuró Tigresa entre dientes.

Ella era dura, todo el mundo sabía eso. Podía parar una flecha con un gesto, bloquear una maza moviendo un solo dedo e incluso agarrar la punta de una lanza entre sus mandos desnudas. ¿Por qué entonces se sentía como un cachorro indefenso cada vez que alguien decidía estirar sus bragas? ¡Una técnica tan infantil y carente de estilo! Pero aunque simple, Tigresa estaba indefensa ante ella. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando recordó el incidente del pueblo de Tu-Jan, done unos bandidos comadreja habían agarrado sus bragitas antes de estirarlas al aire y atarlas al punto más alto de la estatua del pueblo. Tigresa se sonrojó al recordar como había sufrido dolor y vergüenza en aquel calzón chino colgante. Mi trasero, había gritado a los cuatro vientos mientras las comadrejas se reían de ella. Y lo peor de todo es que ese solo había sido el más reciente “accidente” con su ropa interior. Tigresa podría incluso escribir un libro con todas las veces que sus bragas habían dejado sus pantalones si su permiso.

La gata suspiró y miró a la parte trasera de sus pantalones. A su pesar, una línea roja sobresalía y con ella etiqueta con el nombre “Tigresa” escrito en ella en letras grandes. El gran número de calzones chinos que sufría obligaba a la gata a tener que comprar enormes cantidades de ropa interior. Grulla a veces bromeaba, diciendo que al menos les estaba haciendo un favor a los vendedores de tela, pero a Tigresa no le hacía la menor gracia. Sus reservas de bragas estaban siempre decreciendo lo que obligaba a la maestra a llevar ropa interior que normalmente nunca pensaría en ponerse.

“Este templo está en mitad de la nada” se dijo Tigresa a si misma “Es imposible que me den un calzón chino aquí”

Súbitamente, sus orejas se levantaron al oír un estrépito dentro del templo “¡La lanza!” Tigresa saltó a sus cuatro patas y corrió hacia la puerta principal. Había estado tan centrada en calzones chinos que ni siquiera se había dado cuenta de que había un intruso en la zona. Bueno, parte de Tigresa se alegraba de esto. Ya era hora de que tuviera un buen combate.

Cuando entró, se encontró con una leopardo de pelo dorado y ropas negras de ninja caída en el suelo. Una mesa antigua había amortiguado la caída, pero la ladrona seguía echada, los ojos dándole vueltas mientras intentaba ponerse en pie.

“¡Ladrona! ¿Has venido por la lanza, verdad?” gruño Tigresa antes de ponerse en pie y cerrar sus puños “¡Soy Tigresa, maestra de kun fu y miembro de los cinco y no te permitiré que te lleves esa reliquia!”

La leopardo gruñó mientras se ponía en pie. Tras sacarse el polvo de la ropa se fijó en la felina y sonrió “¡Buenos días! Soy Da-Lien, ladrona en prácticas, mucho gusto. Siento haber entrado sin llamar primero, pero es que el maestro dice que eso es importante para la profesión ¿No la habré asustado?”

Tigresa no se dejó engañar por el tono conciliador. La leopardo quería la lanza, de ello no cabía duda aunque parecía que al menos la ladrona decía la verdad. Sus movimientos eran torpes y no parecía peligrosa. Aún así, seguía siendo alguien que se interponía entre Tigresa y su deber. No podía tener piedad con ella.

“Es que como estaba durmiendo no quería interrumpirla” continuó Da-Lien “El maestro dice que ser ladrón no es excusa para ser maleducado”

“Vete de aquí” ordenó Tigresa usando su mirada más gélida “No vas a robar nada de este templo”

“¡Pero es que sino no aprobaré!” protesto la leopardo.

“¡Ya basta!” rugió Tigresa y se lanzó hacia la ladrona.

Al verla venir, Da-Lien se lanzó las manos a los bolsillos y empezó a buscar frenéticamente en ellos “Vamos, vamos debe estar aquí….por favor tiene que estar aq..BINGO!” y justo a tiempo. Tigresa estaba a menos de un palmo y Da-Lien podía ver la furia en sus ojos amarillos. Reaccionando con más instinto que habilidad, la ladrona lanzó la bola púrpura al torso de la gata mientras saltaba a un lado, con la buena suerte de dar en el blanco. Tigresa se llevó una sorpresa al ver la bola explotar y cubrir tanto brazos, torso y piernas con una sustancia pegajosa. Atrapada, la gata dio unos cuantos pasos tambaleantes antes de pegarse con una de las columnas del templo. Tigresa gruñó y sacudió su cuerpo tan fuerte como pudo, pero fue en vano. Estaba atrapada y dando la espalda a la ladrona.

“¡Vaya, ni yo pensaba que iba a funcionar!” rió Da-Lien mientras observaba la lucha de tigresa contra el pegamento especial “Yo que tu no me molestaría. Ese pegamento está hecho con los mejores materiales que el gremio de ladrones puede robar. Tendrás que esperar al menos dos horas antes de que se disuelva”

Tigresa le lanzó una mirada furiosa “¡Maldita seas! ¡Sácame de aquí!”

Da-Lien rió otra vez antes de fijarse en la línea roja que salía de detrás de los pantalones de Tigresa “Un momento, Tigresa…. ¡Claro! ¡Tu eres la maestra Tigresa! ¡La maestra kun fu sin control sobre sus bragas!”

Tigresa se sonrojó. ¿Cómo podía ser? De todas las cosas que podían hacerla famosa ¿Porqué tenía que ser está?

“Uno de mis amigos del gremio dice que una vez te estiró las bragas bien fuerte mientras escapaba con sus compañeros. También me dijo que era una experiencia sin igual” Da-Lien echó otro vistazo a el trasero de la gata antes de preguntar “¿Puedo?”

“¡¿Qué?!” rujió Tigresa atónita.

“¿Es eso un si? ¡Gracias!” sonrió la leopardo mientras saltaba alegremente en dirección a Tigresa, que sentía como su corazón empezaba a latir más deprisa. ¿Por qué tenía tan mala suerte?

“Nunca he dado a nadie un calzón chino, pero espero estar a la altura” dijo Dan-Lien mientras sus garras agarraban el material debajo de los pantalones de Tigresa “¿Preparada?”

“No…” gimió Tigresa.

“¡Bien!”

Tras agarrarlas con fuerza, Dan-Lien empujó las bragas de Tigresa fuera de sus pantalones con todas sus fuerzas. Un sonido como el del desgarro de tela se oyó por todo el templo cuando las bragas empezaron a ser estiradas fuera de sus límites tras solo el primer empuje. Aunque inexperta, Dan-Lien no quería quedar mal con alguien tan famoso como Tigresa. ¡Iba a conseguir que la maestra se acordara durante años del calzón chino que estaba sufriendo!

“KYAAAAA!!” los ojos de tigresa se abrieron como platos y su larga cola rayada se quedó tiesa cuando su trasero sensible recibió el ataque de sus bragas por lo que calculaba que sería la séptima vez este mes. Sus bragitas, grandes y rosas con los bordes rojos y pequeños corazoncitos cubriendo casi toda su superficie, parecían crecer a cámara rápida mientras escalaban su espalda. Tigresa sintió como todo el pelo de su cuerpo se erizaba cuando las bragas llegaron a su cuello. ¿Cómo podía ser esto? ¡No recordaba que sus bragas fueran tan elásticas!

“Kish tenía razón ¡Esto es muy divertido!” rió Dan-Lien mientras daba pequeños estirones a las bragas, que eran respondidos con gruñidos y jadeos provenientes de Tigresa. Su trasero empezaba a arder y con su cuerpo pegado al pilar no podía hacer nada al respecto. ¡A penas siquiera podía ver como sus propias bragas eran estiradas!

“Maestra Tigresa, tengo una pregunta” dijo Dan-Lien a la vez que seguía subiendo y bajando las bragas de la maestra.

Tigresa solo gruñó. Le dolía tanto el área entre las nalgas que si intentaba hablar gritaría.

“¿Cuantas bragitas tienes que tirar a la semana?”

Tigresa se puso tan roja que le empezó a salir humo por las orejas “¡Eso no es de tu incumbencia niñata!”

“¡Solo quiero saberlo!” protestó Dan-Lien “Con todos los calzones chinos que recibes a diario, me siento curiosa sobre cuanta ropa interior pierdes por ello”

Tigresa tenía ganas de gritarle a la insolente leopardo otra vez, pero le dolía demasiado el trasero. Tener el tejido estirado tan adentro era insufrible y si seguía así, acabaría volviéndose loca “Dos” dijo Tigresa con un suspiro “Tres o cuatro si tengo una mala semana”

Dan-Lien sonrió “¿Ves? No era tan difícil”

Tigresa no estaba tan de acuerdo.

“Vale. No quiero hacerte perder estas bragitas. El maestro es muy claro sobre la destrucción de propiedad. Podemos robar, pero no romper” dijo Dan-Lien “Así que no estiraré tu ropa interior hasta que se rompa”

Tigresa dejó escapar un suspiro de alivio. Eran las mejores noticias que recibía en mucho tiempo.

“En vez de eso, la estiraré hasta la cabeza” dijo Dan-Lien sonriente “Creo que se llama calzón chino atómico o algo así”

La felicidad de Tigresa se hizo añicos. ¿Calzón chino atómico? Tenía que ser una broma. Su trasero no podría aguantar eso y la leopardo no sería capaz de llegar. La ladrona solo quería asustarla. Tigresa se repitió la misa frase una y otra vez, pero fue perdiendo fuerza a medida que sus bragas seguían escalando la parte trasera de su cabeza.

“¡Mi trasero!” gimió Tigresa. Podía empezar a sentir lágrimas brotándole de los ojos. Las piernas le fallaban, su raja era un infierno en la tierra y sus bragas ya estaban sobrepasando sus orejas. Tras ellas, la frente hasta llegar a los ojos. Entre las lagrimas, Tigresa pudo ver rosa y pequeños corazones rojos cubriendo sus orbes dorados hasta que, al fin, llegó a la nariz. Puede que su nariz oliera sudor, ropa interior y trasero, pero Tigresa solo podía oler su propia humillación.

“¡¡¡AHIEEEE!!” cuando Dan-Lien soltó, tanto la cabeza como el trasero de Tigresa se movieron, el primero hacia atrás y el segundo hacia arriba, ambos forzados por la fuerza del calzón chino atómico. Tigresa gritó unos minutos más antes de que su cuerpo se rindiese. Sus piernas y brazos dejaron de responderle, y solo pequeños gemidos salieron de su boca “Mis bragitas…mis lindas bragitas…”

“Bueno, creo que ya es hora de volver al trabajo” dijo Dan-Lien y empezó a moverse por el templo.

“No…”gimió Tigresa “No cojas la lanza…es una reliquia muy antigua y venerada…”

“¿Lanza?” Dan-Lien miró al arma colgada de la pared y después a Tigresa “Yo no venía a por la lanza” la ladrona se agachó y cogió uno de los pequeños vasitos de incienso “Vengo a por incienso. El maestro dice que su casa huele muy mal porque su primo ha vuelto y necesita algo para que el lugar no huela a gato. Yo no entiendo que tiene de malo, pero órdenes son órdenes” la leopardo rió al ver la cara de estupefacción de Tigresa “¡Me alegra haberte conocido maestra Tigresa! ¡Si necesitas a alguien que te estire de las bragas no dudes en llamarme!”

Durante dos horas Tigresa no se movió, no gimió o dijo nada. Se quedó quieta, con la misma mirada de asombro y las bragas estiradas hasta la nariz. Incluso cuando el pegamento desapareció y Tigresa calló al suelo, siguió sin moverse hasta que finalmente, la voz le volvió.

“Odio…mi…suerte…” gimió la maestra kun fu.
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Azhyarell's avatar
debo reconocértelo eres muy buena guionista, tienes talento chica estas que ardes, como el trasero de cierta felinaWink/Razz